El
23 de mayo de 1980, hace ahora 36 años, un campesino del norte de
Nicaragua, Georgino Andrade, fue asesinado por los
contrarrevolucionarios nicaragüenses. Su delito era doble. Había
aprendido a leer y a escribir gracias a la Cruzada de alfabetización
promovida por el gobierno sandinista y, además, se había empeñado
en enseñar al resto de sus convecinos lo que él ya tenía la
fortuna de saber: comprender la palabra escrita.
Georgino
fue asesinado por la misma razón por la que Nicaragua fue asediada
militarmente durante diez largos años: era un ejemplo. Al igual que
su país, no representaba ningún peligro para nadie. No había nada
que temer de él. Salvo, claro, que su ejemplo cundiera y los
campesinos y campesinas analfabetas comenzaran a comprender esos
textos que el terrateniente les hacía firmar con la huella de sus
dedos. Que comenzar a tener una visión de la realidad más allá de
las estrechas fronteras de la champita y las órdenes del caporal.
Que junto a la venda de sus ojos se desprendieran de las cadenas de
sus manos y sus pies. Porque leer, los sabían entonces los viejos
guardias somocistas y los altos mandos de la administración
estadounidense; lo saben hoy los gobiernos que detraen fondos y ayuda
a la educación de los más desfavorecidos, esos que no pueden pagar
el privilegio de un colegio privado, es peligroso. Es tan peligroso
que no dudaron en matar, en seguir matando, a los voluntarios de la
educación y la alfabetización.
No
consiguieron su objetivo en una primera instancia. La Cruzada
Nacional de Alfabetización no se detuvo, a pesar de los miedos y las
dudas de los cientos de miles de jóvenes emigrados a la montaña de
forma temporal para ayudar en la tarea. Si lo lograron a largo plazo,
si lo están logrando hoy en día, es una pregunta cuya respuesta
trasciende de los modestos límites de este blog.
En
Correr a Ciegas, mi primera novela, me pregunté por ese momento;
cuando un grupo de adolescentes, apenas unos niños que jamás hasta
entonces habían abandonado la seguridad de sus hogares, comprenden
que están siendo asesinados por educar. Y deben decidir qué hacer:
Cuatro
estudiantes, cuatro campesinos, cuatro mujeres y hombres que
cometieron el tremendo delito de enseñar a leer al que no sabe a
cambio de nada, a cambio de una sonrisa, a cambio de un recuerdo, a
cambio de un anhelo de mejora para el país, habían sido asesinados
por la contrarrevolución. Los, en palabras de Ronald Reagan,
luchadores por la libertad, mataban educadores y educadoras,
incendiaban cooperativas, violaban enfermeras para defender la
libertad de seguir sumidos en la ignorancia, en nombre del derecho a
morir de diarrea o lepra de montaña, por la religión del dólar y
el terrateniente. La pasada semana, en un lapso de nueve días,
asesinaron a Marta Lorena Vargas y Juana Yadira Cruz, dos mujeres de
dieciocho años, brigadistas de la alfabetización y de la salud; a
José Chacón, profesor popular, y a Luís Emilio Vasques, campesino
recién alfabetizado que se entregó a la tarea de arrancar de los
ojos de sus vecinos la venda de la que él consiguió desprenderse.
Lejos, muy lejos, quedaban los tiempos en que pensaron que la
sanguinaria ejecución de Georgino Andrade en San Francisco era un
hecho aislado...
Javier
Díez Carmona. Font:
http://www.javierdiezcarmona.com/news/el-delito-de-ensenar-a-leer/
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