A la atención de los
MAESTROS
Orlando Pineda Flores y
Sebas Parra Nuño
Aprovechando las vacaciones
estivales, acabo de leer vuestro libro “El sueño que fue. Un
relato sobre la alfabetización en Nicaragua”. Lo he leído “de
a poquito”, disfrutando cada capítulo, cada página y cada
experiencia relatada.
Y lo primero que querría
deciros después de la lectura es GRACIAS, “INFINITAS GRACIAS”
(como dice la canción dedicada por Carlos Mejía Godoy al Comandante
“Marcos”).
He de deciros que también soy
maestro (desde hace ya unos 30 años) y que tuve la grandísima
oportunidad de tener mi primera experiencia como docente en
Nicaragua, entre agosto de 1980 y julio de 1981.
Pertenezco al grupo de 50
maestros que formamos parte del proyecto de cooperación “Maestros
españoles en Nicaragua” (que nosotros rebautizamos como “Proyecto
Gaspar García Laviana” como homenaje al cura asturiano sandinista
muerto en combate contra la dictadura).
Llegamos a Nicaragua el día
20 de agosto de 1980 y apenas tres días después, el 23 de agosto,
tuvimos la oportunidad de asistir y participar en el gran acto de
clausura de la Cruzada Nacional de Alfabetización.
Todavía recuerdo, bajo el sol
justiciero de la Plaza 19 de Julio de Managua, nuestra admiración
viendo llegar decenas y decenas de camiones cargados de jóvenes
alfabetizadores que regresaban a casa proclamando orgullosamente
“misión cumplida”.
Recuerdo nuestro proceso de
descubrimiento de la realidad política, social, económica y
educativa de Nicaragua, tan nueva y esperanzadora para aquel montón
de jóvenes llegados con mucha ingenuidad desde los diversos rincones
de España (Andalucía, Cataluña, País Valenciano, País
Vasco,...).
Recuerdo al responsable nica
del proyecto, Juan Roberto Zarruck, hablándonos en Madrid y en
Managua de la maravillosa tarea en la que íbamos a intentar
colaborar y en la que acabamos aprendiendo más que enseñando, tal
como recogimos en las valoraciones finales del proyecto, en julio de
1981.
Porque la Pedagogía del Amor,
guía del relato de vuestro maravilloso libro, tiene esa curiosa
particularidad: que quien supuestamente inicia el proceso en la tarea
de “enseñar” acaba aprendiendo más que enseñando. Porque “sólo
el pueblo educa al pueblo”, como solíamos decir y recordar ya en
aquellos años.
Recuerdo cómo formamos varios
grupos y nos distribuimos por una parte de la geografía nica:
Jinotega, Estelí, Ocotal, Chichigalpa, Mateare, San Francisco Libre,
Managua (Reparto Schick, Ciudad Sandino, San Judas).
Concretamente, yo estuve
integrado en el grupo encargado de trabajar en el Reparto Schick de
Managua. Recuerdo los primeros días de “patearnos” el barrio
para descubrir la realidad de las familias, de los niños y niñas
sin escolarizar, de los adultos recién alfabetizados que necesitaban
continuar su proceso para no perder lo aprendido, para no desandar el
camino andado, para no regresar a la “oscurana” después de haber
descubierto la “claridad”.
Ahí es donde centramos
nuestro trabajo, en aquel momento de desmovilización masiva (los
jóvenes alfabetizadores volvían a sus estudios y sus quehaceres y
obligaciones familiares) y mientras se construía la estructura del
nuevo Viceministerio de Educación de Adultos, con el que empezamos a
colaborar a distintos niveles y del que recibíamos orientaciones y
tareas.
Recuerdo cómo, con la
colaboración de las organizaciones populares del barrio, logramos
revitalizar el proceso, volver a encontrar coordinadores para los CEP
que estaban quedándose sin alfabetizadores, volver a organizar los
colectivos, concienciar de que la tarea no había concluido y que
había que continuarla,...
Pero, más allá de recordar
la tarea de darle continuidad a la acción iniciada por la CNA,
vuestro libro me ha hecho volver la mirada atrás y recordar otras
muchas experiencias que, para muchos de nosotros, marcaron un antes y
un después en nuestras vidas.
Recuerdo los “domingos
sandinistas”, trabajando comunitariamente en la construcción de
una nueva escuela en uno de los asentamientos del Reparto Schick o en
la recolección de algodón junto a centenares de personas jóvenes y
mayores desplazadas desde Managua.
Recuerdo las manifestaciones
masivas contra la agresión imperialista o en solidaridad con el
pueblo salvadoreño.
Recuerdo nuestro encuentro con
el comandante Tomás Borge y la visita que, casi por sorpresa, hizo a
la casa donde vivíamos, donde compartimos con él una larga
conversación sobre cuestiones como la represión de la dictadura, la
revolución, el compromiso, la lucha por una vida digna,...
Recuerdo las largas reuniones
de los sábados con los jóvenes y adultos coordinadores y promotores
de los CEP, para “enamorarlos” en la tarea de “enamorar” a su
vez, de “contumeriar”, de “chinear” a los iletrados más
remisos a la hora de acudir a la clase diaria.
Recuerdo la reunión en el CDS
del barrio donde se trató de cómo ayudar a una viejita que tenía a
su cargo a varios nietos y cuya casa se estaba viniendo abajo día a
día, y cómo los pobres eran los primeros en solidarizarse con los
pobres.
Recuerdo... recuerdo...
recuerdo... En fin, tantos y tantos recuerdos de un año único y
maravilloso, que vuestro libro ha vuelto a hacerme presente y por lo
cual os reitero mi mensaje inicial: GRACIAS, INFINITAS GRACIAS.
Pero no querría quedarme en
mis recuerdos, por más que puedan ayudarme a hacer realidad aquella
gran definición del comandante Tomás Borge al referirse a la
solidaridad como “la ternura de los pueblos”.
Porque creo que, con ser
importante, lo más importante no es el pasado, sino el presente (os
imagino felices y emocionados celebrando, el pasado día 23, el 35º
aniversario de la CNA) y, sobre todo, el futuro.
Y con vuestro libro he podido
comprobar que lo que para mí es ya una experiencia del pasado, para
la AEPCFA ha sido un grandísimo presente durante todos estos años
por la gran labor realizada aquí y allá por toda Nicaragua, y
espero que seguirá siendo realidad en el futuro, al menos mientras
quede una sola persona sin alfabetizar.
Ojalá llegue pronto el día
en que la AEPFCA, y otras organizaciones similares, ya no sean
necesarias porque ya no queden personas sin alfabetizar, es decir,
sin saber leer su realidad y la realidad del mundo actual, para poder
actuar en consecuencia, tal como muy certeramente señaláis.
Porque como dice Malala
Yousafzai, la niña pakistaní famosa en el mundo por su lucha en
favor del derecho a la educación de todos los niños y niñas del
mundo: “Un niño, un maestro,
un lápiz
y
una libreta pueden
hacer
cambiar
el mundo.”
Si, como se indica en la
contraportada, vuestra intención al redactar y publicar este hermoso
libro era sumaros a la celebración del 35 aniversario de la CNA y
“rendir homenaje a quienes por activa o por pasiva han hecho
posible esta victoria popular”, creo que podéis estar contentos,
pues en mi opinión, habéis conseguido vuestro objetivo.
Quienes de una u otra forma
hemos estado y estamos ligados emocionalmente con Nicaragua, quienes
seguimos estando “enamorados” de Nicaragua, de su pueblo, de su
proceso de liberación personal y colectiva, sabemos de la
importancia decisiva que en este proceso tuvo, ha tenido tiene y
tendrá la educación popular.
Por ello, termino como empecé,
agradeciendo vuestro esfuerzo, vuestro trabajo de años y años, y
agradeciendo que hayáis decidido contarlo como lo habéis hecho.
Y con un último recuerdo para
aquel verso hecho grito ilusionado al cantar, tantas y tantas veces,
el himno de la alfabetización: “Puño en alto, libro abierto”.
Recibid los dos un fuerte
abrazo en la distancia de
Juan Luis Martín Nebot
Vila-real
(Castellón – País
Valenciano – España)