dilluns, 14 de setembre del 2015

Mensaje a dos maestros


A la atención de los MAESTROS
Orlando Pineda Flores y Sebas Parra Nuño

Aprovechando las vacaciones estivales, acabo de leer vuestro libro “El sueño que fue. Un relato sobre la alfabetización en Nicaragua”. Lo he leído “de a poquito”, disfrutando cada capítulo, cada página y cada experiencia relatada.
Y lo primero que querría deciros después de la lectura es GRACIAS, “INFINITAS GRACIAS” (como dice la canción dedicada por Carlos Mejía Godoy al Comandante “Marcos”).
He de deciros que también soy maestro (desde hace ya unos 30 años) y que tuve la grandísima oportunidad de tener mi primera experiencia como docente en Nicaragua, entre agosto de 1980 y julio de 1981.
Pertenezco al grupo de 50 maestros que formamos parte del proyecto de cooperación “Maestros españoles en Nicaragua” (que nosotros rebautizamos como “Proyecto Gaspar García Laviana” como homenaje al cura asturiano sandinista muerto en combate contra la dictadura).
Llegamos a Nicaragua el día 20 de agosto de 1980 y apenas tres días después, el 23 de agosto, tuvimos la oportunidad de asistir y participar en el gran acto de clausura de la Cruzada Nacional de Alfabetización.
Todavía recuerdo, bajo el sol justiciero de la Plaza 19 de Julio de Managua, nuestra admiración viendo llegar decenas y decenas de camiones cargados de jóvenes alfabetizadores que regresaban a casa proclamando orgullosamente “misión cumplida”.
Recuerdo nuestro proceso de descubrimiento de la realidad política, social, económica y educativa de Nicaragua, tan nueva y esperanzadora para aquel montón de jóvenes llegados con mucha ingenuidad desde los diversos rincones de España (Andalucía, Cataluña, País Valenciano, País Vasco,...).
Recuerdo al responsable nica del proyecto, Juan Roberto Zarruck, hablándonos en Madrid y en Managua de la maravillosa tarea en la que íbamos a intentar colaborar y en la que acabamos aprendiendo más que enseñando, tal como recogimos en las valoraciones finales del proyecto, en julio de 1981.
Porque la Pedagogía del Amor, guía del relato de vuestro maravilloso libro, tiene esa curiosa particularidad: que quien supuestamente inicia el proceso en la tarea de “enseñar” acaba aprendiendo más que enseñando. Porque “sólo el pueblo educa al pueblo”, como solíamos decir y recordar ya en aquellos años.
Recuerdo cómo formamos varios grupos y nos distribuimos por una parte de la geografía nica: Jinotega, Estelí, Ocotal, Chichigalpa, Mateare, San Francisco Libre, Managua (Reparto Schick, Ciudad Sandino, San Judas).
Concretamente, yo estuve integrado en el grupo encargado de trabajar en el Reparto Schick de Managua. Recuerdo los primeros días de “patearnos” el barrio para descubrir la realidad de las familias, de los niños y niñas sin escolarizar, de los adultos recién alfabetizados que necesitaban continuar su proceso para no perder lo aprendido, para no desandar el camino andado, para no regresar a la “oscurana” después de haber descubierto la “claridad”.
Ahí es donde centramos nuestro trabajo, en aquel momento de desmovilización masiva (los jóvenes alfabetizadores volvían a sus estudios y sus quehaceres y obligaciones familiares) y mientras se construía la estructura del nuevo Viceministerio de Educación de Adultos, con el que empezamos a colaborar a distintos niveles y del que recibíamos orientaciones y tareas.
Recuerdo cómo, con la colaboración de las organizaciones populares del barrio, logramos revitalizar el proceso, volver a encontrar coordinadores para los CEP que estaban quedándose sin alfabetizadores, volver a organizar los colectivos, concienciar de que la tarea no había concluido y que había que continuarla,...
Pero, más allá de recordar la tarea de darle continuidad a la acción iniciada por la CNA, vuestro libro me ha hecho volver la mirada atrás y recordar otras muchas experiencias que, para muchos de nosotros, marcaron un antes y un después en nuestras vidas.
Recuerdo los “domingos sandinistas”, trabajando comunitariamente en la construcción de una nueva escuela en uno de los asentamientos del Reparto Schick o en la recolección de algodón junto a centenares de personas jóvenes y mayores desplazadas desde Managua.
Recuerdo las manifestaciones masivas contra la agresión imperialista o en solidaridad con el pueblo salvadoreño.
Recuerdo nuestro encuentro con el comandante Tomás Borge y la visita que, casi por sorpresa, hizo a la casa donde vivíamos, donde compartimos con él una larga conversación sobre cuestiones como la represión de la dictadura, la revolución, el compromiso, la lucha por una vida digna,...
Recuerdo las largas reuniones de los sábados con los jóvenes y adultos coordinadores y promotores de los CEP, para “enamorarlos” en la tarea de “enamorar” a su vez, de “contumeriar”, de “chinear” a los iletrados más remisos a la hora de acudir a la clase diaria.
Recuerdo la reunión en el CDS del barrio donde se trató de cómo ayudar a una viejita que tenía a su cargo a varios nietos y cuya casa se estaba viniendo abajo día a día, y cómo los pobres eran los primeros en solidarizarse con los pobres.
Recuerdo... recuerdo... recuerdo... En fin, tantos y tantos recuerdos de un año único y maravilloso, que vuestro libro ha vuelto a hacerme presente y por lo cual os reitero mi mensaje inicial: GRACIAS, INFINITAS GRACIAS.
Pero no querría quedarme en mis recuerdos, por más que puedan ayudarme a hacer realidad aquella gran definición del comandante Tomás Borge al referirse a la solidaridad como “la ternura de los pueblos”.
Porque creo que, con ser importante, lo más importante no es el pasado, sino el presente (os imagino felices y emocionados celebrando, el pasado día 23, el 35º aniversario de la CNA) y, sobre todo, el futuro.
Y con vuestro libro he podido comprobar que lo que para mí es ya una experiencia del pasado, para la AEPCFA ha sido un grandísimo presente durante todos estos años por la gran labor realizada aquí y allá por toda Nicaragua, y espero que seguirá siendo realidad en el futuro, al menos mientras quede una sola persona sin alfabetizar.
Ojalá llegue pronto el día en que la AEPFCA, y otras organizaciones similares, ya no sean necesarias porque ya no queden personas sin alfabetizar, es decir, sin saber leer su realidad y la realidad del mundo actual, para poder actuar en consecuencia, tal como muy certeramente señaláis.
Porque como dice Malala Yousafzai, la niña pakistaní famosa en el mundo por su lucha en favor del derecho a la educación de todos los niños y niñas del mundo: “Un niño, un maestro, un lápiz y una libreta pueden hacer cambiar el mundo.”
Si, como se indica en la contraportada, vuestra intención al redactar y publicar este hermoso libro era sumaros a la celebración del 35 aniversario de la CNA y “rendir homenaje a quienes por activa o por pasiva han hecho posible esta victoria popular”, creo que podéis estar contentos, pues en mi opinión, habéis conseguido vuestro objetivo.
Quienes de una u otra forma hemos estado y estamos ligados emocionalmente con Nicaragua, quienes seguimos estando “enamorados” de Nicaragua, de su pueblo, de su proceso de liberación personal y colectiva, sabemos de la importancia decisiva que en este proceso tuvo, ha tenido tiene y tendrá la educación popular.
Por ello, termino como empecé, agradeciendo vuestro esfuerzo, vuestro trabajo de años y años, y agradeciendo que hayáis decidido contarlo como lo habéis hecho.
Y con un último recuerdo para aquel verso hecho grito ilusionado al cantar, tantas y tantas veces, el himno de la alfabetización: “Puño en alto, libro abierto”.
Recibid los dos un fuerte abrazo en la distancia de
 
Juan Luis Martín Nebot
Vila-real
(Castellón – País Valenciano – España)