“… Y con la derrota
electoral del FSLN el 25 de febrero de 1990 toma la sabia y valiente decisión
de renunciar como funcionario del ministerio y junto a hombres como Adrián Cruz
y Guillermo Fuentes curtidos por la experiencia en la Educación Popular y la
entrega al pueblo, constituyen la Asociación de Educación Popular Carlos
Fonseca Amador (AEPCFA) el 26 de febrero de 1990. Esta decisión marcará un hito
histórico en su vida y en la historia de la alfabetización nicaragüense ya que
la AEPCFA mantendrá encendida la llama de la Alfabetización y la Educación
Popular como una de las conquistas de la Revolución Popular Sandinista.
“Los llamamos a todos y les dijimos que el modelo que conocían y que han
oído que se aplicó en Río San Juan, tenía buenos resultados. Que si bien era
cierto que perdimos las elecciones, también era verdad que habíamos descubierto
que este Modelo Pedagógico no se puede morir, y que nosotros, Adrián, Guillermo
Fuentes Pilarte, Orlando, Chepe teníamos las ganas de seguir este modelo, esta
lucha (…) Inmediatamente procedimos a discutir, y la propuesta que dejamos
sentada era que había que crear un organismo aparte del Ministerio de Educación
de Doña Violeta. Porque era lógico que el nuevo Ministerio iba a inclinarse
hacia una pedagogía derechista, una pedagogía que velara por los intereses del
capitalismo y nunca por los intereses de las bases trabajadoras. Pero claro,
había que crear un Organismo No Gubernamental que viviera para la educación, no
que viviera de la educación. Un organismo totalmente distinto, un organismo que
tuviera como fin luchar por lograr un modelo para enseñar a leer a más de cien
millones de latinoamericanos. Pensábamos también que la creación de este
organismo nos traería grandes dificultades; seguro que no íbamos a recibir nada
de apoyo económico y había el peligro también de la persecución política (…)
montamos una mesa de trabajo para formar los estatutos que iban a regir los
senderos de esta nueva etapa. Los tres objetivos fundamentales eran, primero,
formar una Organización No Gubernamental, sin fines de lucro, donde todos sus
miembros, hombres y mujeres, tuvieran la misma mística con que se había
trabajado en Río San Juan. Como quien dice, todo para la humanidad y ni tan
siquiera recibir un confite para nosotros. Nada de protagonismo, nada de
cargos, nada de ambicionar prebendas, ni políticas ni económicas, un organismo
compuesto por hombres y mujeres dedicados a la tarea de luchar a favor de un
nuevo amanecer para los hombres y mujeres campesinos y obreros de Nicaragua.
El
segundo objetivo era salvar el Modelo Pedagógico que habíamos iniciado y que
tanto nos había costado en Río San Juan. El tercer objetivo fundamental, y al
que había que darle un peso grandísimo, era el de las brigadas
internacionalistas. (…) Una vez logramos terminar los estatutos derivados de
los tres objetivos principales que acabo de decir, teníamos que tomar la
decisión de qué nombre ponerle a nuestro organismo y unánimemente tomamos la
decisión de ponerle Carlos Fonseca Amador. Sencillamente porque Carlos, en el
año de 1966, había visto cómo Germán Pomares, el Danto, y otros guerrilleros
estaban enseñando el arme y desarme, las distintas tácticas guerrilleras que se
les estaban enseñando a los campesinos y en un momento que pasó por donde
Germán Pomares, le dijo: ‘Y también enséñenles a leer’. Entonces era lógico que
este organismo necesitaba de una linterna, de una luz, de una lámpara que nos
enseñara este futuro camino y nada mejor, pues, que Carlos, que había sido la
lámpara, había sido la luz, la estrella, a lo largo del triunfo revolucionario
y a lo largo de los diez años. Nada mejor que honrar el nombre, la memoria y la
sangre de Carlos poniéndole a nuestro organismo ‘Carlos Fonseca Amador’, por
eso nace entonces el 26 de febrero de 1990 una nueva etapa con un nuevo
Organismo que tenía como encargo seguir luchando por un nuevo caminar de la
pedagogía del amor.
Por
principios morales y honestos, pensamos que, además, teníamos que hacer dos
cosas muy importantes. La primera era renunciar al cargo en el Ministerio de Educación,
por muy alto que lo tuviéramos. Pensamos que los hombres y las mujeres no
debemos inclinarnos o esclavizarnos a los cargos. Por otro lado, había que
dejar constancia de que renunciábamos a la pedagogía capitalista. Un pedagogo
no puede ser gallo o gallina. Si un pedagogo defiende o trabaja para la
pedagogía capitalista, ¡que la defienda! Lo malo está en que, si un partido de
izquierda llega al poder, este pedagogo empiece a coquetear con la pedagogía de
la izquierda. ¡Eso no es moral!, porque la pedagogía también tiene partido, y
¡eso es lo correcto!
Quien
piense que la pedagogía es apartidista está totalmente equivocado. Las
pedagogías tienen sus inclinaciones. Por tanto, nosotros estábamos renunciando
a la pedagogía capitalista y pro imperialista y tomamos, muy acertadamente, el
camino de la Pedagogía Popular. No sólo porque participamos en la pedagogía del
seno de donde veníamos, sino porque hemos creado una Pedagogía Popular llena de
amor, de acorde a los pueblos, a las bases populares, a las movilizaciones y
participaciones populares. Por tanto, no podíamos obedecer a una pedagogía
egocentrista que solamente se inclinara a unos pocos, para que las grandes riquezas
sean mal repartidas y que, cada día, este pedagogo participe en que los ricos
sean más ricos y los pobres sean más pobres. ¡Eso no pede ser!
La
segunda cosa que había que hacer era despedirnos del Ministerio y salir con la
frente en alto. Todo revolucionario que aspira a luchar toda una vida, nunca se
marcha llevándose algo que no le pertenece, ni mucho menos querría manchar una
lucha en la que todo un pueblo tiene grandes esperanzas.
Nosotros
invitamos a más de 200 compañeras y compañeros pedagogos, técnicos,
administrativos, aseadores, etc. que trabajaban en el Ministerio de Educación
de Managua, y que eran amigos sandinistas nuestros, y al delegado, que ya Doña
Violeta había puesto para entregarle las llaves de los carros que nosotros, en
algún momento, habíamos administrado para la garantía de las tareas educativas
en todo el territorio de la capital de Nicaragua.
Tenemos
que confesar que uno de los momentos más duros fue, no solamente el hecho de
decir por qué nos íbamos, sino, al acabar el discurso, cuando agradecimos a
todos nuestros compañeros el apoyo que nos habían dado a la hora de dirigir las
distintas tareas educativas en los días anteriores. Fue también cuando
anunciamos que no podíamos seguir trabajando con el Gobierno de Doña Violeta,
pues era un gobierno pro-imperialista y que nosotros nos dábamos cuenta que ese
gobierno no iba a dar prioridad, en ningún momento, a las bases populares, ni a
la niñez nicaragüense. Y que teníamos la suficiente honestidad de renunciar,
porque pensábamos que la pedagogía nuestra obedecía a las grandes mayorías, y
no a una minoría. Por tanto, nos marchábamos de estos cargos para pasar a
trabajar con el pueblo, con la pedagogía que al pueblo le gusta y le pertenece.
Queremos decirles que, al terminar el discurso, recibimos fuertes aplausos y no
nos quedaba más que empezar a caminar. Recuerdo que el primero que empezó la
fila fue Orlando, seguido de Guillermo Fuentes Pilarte, de Janett Gálvez, de
Adrián Cruz, y del compañero Chepe. Cada uno de nosotros con la vista al
frente, con la mirada fija caminando hacia la salida, con un torozón en la
garganta, con lágrimas en los ojos y la gente no cesaba de aplaudir y a algunos
compañeros y compañeras se les veía algunos asomos de lágrimas en sus ojos,
desconocemos los motivos pero pensábamos que estos compañeros se sentían muy
orgullosos de nuestra rectitud y de nuestros principios de irnos en esos
momentos renunciando a algo que no era nuestro.
Y
salimos de ese Ministerio sin armas, sin dinero, pero con la vista hacia un
horizonte lleno de esperanza, con la seguridad de que teníamos un Modelo
Pedagógico que podía, en un tiempo no muy lejano, dar garantía al pueblo
nicaragüense de un futuro mejor. Al principio no nos fue del todo bien. Hay
muchas cosas que contar, y no queremos convertir esto en un valle de lágrimas,
pero la pregunta que nos hacíamos era: ‘ahora ¿con qué vamos a comer?’ Ya que
todos los que nos fuimos, por muchos cargos importantes que teníamos en el
ministerio de la revolución, no ganábamos grandes salarios y vivíamos ¡coyol
quebrado, coyol comido!”.
Fuente: Orlando
Pineda Flores. Aproximación biográfica. Sebas Parra (coord.), Girona, 2007