Con motivo del hallazgo de los restos del Maestro y Periodista Julio Castro en instalaciones de las Fuerzas Armadas, ratifico mi condena y mi dolor mediante la siguiente declaración de mi exclusiva responsabilidad:
1 1.- Hago llegar a sus familiares, a la comunidad educativa nacional y
latinoame- ricana, a sus colegas periodistas, a los compatriotas en el exterior,
a sus múltiples amigos y compañeros de ideales, todos igualmente consternados
durante treinta y cuatro años y hoy más que nunca, mi más sentida solidaridad. Mantuve
una estrecha amistad con Julio Castro durante casi cuarenta años, me siento
constante deudor de sus múltiples enseñanzas, tuve el privilegio de participar
junto a él en importantes tareas en pro de la educación uruguaya y del
continente. Seguimos compartiendo, igualmente, el honor de figurar, junto con
lo mejor del Magisterio nacional, en las listas negras plagadas de calumnias que
en 1978 difundió el Comando General del Ejército en Testimonio de una nación agredida y en 2007 el Centro Militar y el
Centro de Oficiales Retirados de las FF.AA. en Nuestra verdad, la lucha contra el terrorismo.
2 2.- Agradezco sinceramente las manifestaciones de interés de los medios
de comunicación por conocer y difundir mis sentimientos ante las presentes
circunstancias. Con casi noventa años de edad, no estoy en condiciones de
corresponder a tales requerimientos en lo inmediato sin poner a riesgo mi
salud. Por ello he optado por expresarme mediante esta declaración. Por otra
parte, este episodio no queda cerrado. Espero tener pronto la serenidad
necesaria y la oportunidad de enfrentar los micrófonos.
3 3.- Coincido con quienes consideran que el macabro hallazgo de sus
restos es un hecho positivo en la lucha del Pueblo Uruguayo por hacer
resplandecer la Verdad y la Justicia. Homenajeando a Julio, decía yo en 1987: “En
sociedades en que no se puede vivir sin documentos, el desaparecido se va
convirtiendo en un indocumentado. Es urgente interrumpir este maleficio,
movilizar las voluntades, desempolvar las leyes y lograr que las flores
cultivadas durante la espera reposen, al fin, sobre la losa que les
corresponde”. Espero no morir sin haber llevado una rosa al lugar definitivo de
descanso de Julio Castro. Mientras tanto, doy las gracias al Presidente Mujica
por haber excluido su caso del amparo de la inconstitucional ley de caducidad,
así como agradezco a la Justicia uruguaya cuanto está haciendo por esclarecer
los detalles de su desaparición forzosa y por identificar a los culpables de su
horrible muerte. Expreso también mi profunda gratitud a nuestra Universidad y a
sus científicos quienes, con su perseverancia, intuición y humanidad restituyen
a la comunidad nacional desde las entrañas de la tierra lo que en ella
mantienen oculto los criminales.
4 4.- El camino a recorrer será aún largo. Son muchas las víctimas
desaparecidas y todas tienen derecho a la misma luz. Y en el caso de Julio, es
poco lo que sabemos del proceso que llevó del secuestro a la tortura y de ésta
al balazo asesino y a la sepultura clandestina. Todo envuelto en la mentira. El
terrorismo de Estado mata y miente durante más de treinta años. Los conjurados
agravan, con su contumaz silencio y sus embustes, sus imprescriptibles delitos.
Y en este silencio absoluto, cómplice y persistente, todos los integrantes de
las que entonces llamaban Fuerzas Conjuntas, con la reducida excepción de
quienes valerosa y dignamente los enfrentaron dentro de sus propias filas en
defensa de la Democracia, mantienen su condición de cobardes asesinos. Su mutua
solidaridad los hace colectivamente culpables. A todos.
5 5.- Yo expreso públicamente mi repudio a esta conducta y exhorto a
quienes habiendo transgredido la Ley puedan retener un vestigio ético en su
conciencia a que se desmarquen cuanto antes y colectivamente de una estrategia
de encubrimiento que no tiene salida y que sólo seguirá acarreando males a la
República. Su silencio está ocasionando un gran ruido al que quienes exigimos
Verdad y Justicia no pondremos fin.
6 6.- Como educador que no cree en la fuerza como recurso regulador de la convi-
vencia humana, me sumo al creciente grupo de ciudadanos uruguayos que se
preguntan para qué le sirven al Pueblo Uruguayo contingentes armados todavía
integrados por asesinos inconfesos, por torturadores de hombres y mujeres, por
violadores de la Constitución y de las leyes nacionales e internacionales
ratificadas por la República, por los causantes principales del sufrimiento de
miles de familias uruguayas hechas pedazos por el mundo, por individuos que han
cultivado y cultivan la mentira ante el Pueblo y ante las máximas autoridades
del país y, más recientemente, por soldados que estando al servicio de las
Naciones Unidas son acusados de violaciones a los Derechos Humanos y de delitos
de corrupción. Personalmente no encuentro razón alguna para que no procedamos
gradualmente a la prescindencia total de las Fuerzas Armadas.
7 7.- Siento como si desde su ahora confirmado y espantoso martirio Julio
Castro educador, Julio Castro periodista, Julio Castro ciudadano, hombre de paz
y de infinita bondad, nos estuviera llamando a nuevas reflexiones. Para
limitarme a la educación, ¡qué falta nos está haciendo hoy su persona y su
magisterio! Pido disculpas por invocar el conocimiento que tengo de Julio al
suponer que ahora, justamente en estos días, nos aconsejaría a todos desde sus
columnas en MARCHA, repito, a todos
los que somos parte de la comunidad educativa, que es como decir a todo el
país: empiecen por bajar los decibeles,
hagan un esfuerzo por recomponer la familia educativa, no agredan a los
educadores, apoyen a los que lo hacen bien, reciclen a los que lo hacen mal, recuerden
que lo esencial es el educando y su
futuro, renuncien a competir por el poder, siempre efímero, y pongan todos sobre
la mesa en sereno debate ideas que concilien la poderosa tradición pedagógica
del país con los requerimientos de hoy y de mañana, cooperando con otros
pueblos pero sin copiar ni entrar en competencia con ninguno, recordando que la
educación solo es posible en la libertad, la soberanía, el denodado esfuerzo
diario de empezar de nuevo, fraternalmente, porque la discordia bloquea el
pensamiento y la acción. Pasos en estas direcciones, principalmente a cargo
de los propios educadores y sus organizaciones y en especial de los jóvenes
docentes, serán el mejor homenaje a Julio Castro. Recordarlo como mártir no
basta; tenerlo presente como Maestro, rápido y sencillo en el diagnóstico,
sensatamente creativo en la propuesta, dialogante siempre, nos es ahora necesario.
Montevideo, 3 de diciembre de 2011
Miguel Soler Roca
Miguel Soler Roca
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